Luis Vea sobre La Falta de Lectura



Recibí el libro de José Ramón Otero Roko (1974) -al cual no tengo el gusto de conocer- hace ya un tiempo de manos de su propio autor. Libro editado en la desaparecida editorial DVD del conocido y admirado poeta Sergio Gaspar. Hacía tiempo pues que estaba pendiente esta reseña que, probablemente, se ha ido retrasando porque he leído y releído algunos de sus versos en más de una ocasión como quien tratara de reconocer en un vino sus características.

Una primera cosa que quiero destacar es la felicidad que me produce encontrar un poemario que se plantea algún punto de vista estético huyendo de las modas, las costumbres y los refritos. También advertir que aquel lector que no se vea motivado a pensar un poco, a leer y a releer, a darle vueltas a la lógica del libro, al sentido del mismo, huyendo de la pose fácil y altisonante, del verso caduco y del seguidismo habitual, a aquel lector acostumbrado al lenguaje de siempre que, por favor, no lea a Otero Roko. Que lo lea el que piense que el lenguaje está para usarse y desusarse e, incluso, reusarse –por favor, no digan reinventarse que eso sólo se aplica a Madonna-. Porque la poesía de Otero Roko es de la que huye de la charanga y de la pandereta, pero, entiéndanme, también huye de la descharanga y de la despandereta, y permítanme los palabros.

Quieren poesía. Lean a Otero Roko. Quieren renovación. Lean a Otero Roko.

Quisiera destacar además el principio y el final del mismo. Un prólogo y un epílogo de Virgilio Tortosa y de Constantino Bértolo, por este orden, que ayudan a adentrarse en el texto y desgranan algunas interesantes ideas.

Una de los principios en los que tenemos que pensar al leer La falta de lectura es la libertad. La libertad, ese concepto tan manido, tan pontificado, tan ensuciado, tan politizado - incluso que ha dado lugar a que determinada ideología se llame a sí misma liberal- pervirtiendo todavía más el concepto.

Otero Roko habla de libertad en el sentido libertario. Casualmente los capítulos del libro se inician todos con una pequeña cita o bien de un autor libertario o bien de un autor hablando de lo libertario. Una señal para navegantes. Establecido ese principio cabe plantearnos un paso más que, en seguida, advertimos. El lenguaje que usamos ha sido pervertido por un uso y significados determinados y nos propone una revisión del mismo. Y con ese plan tan ambicioso el autor construye un texto que, utilizando todo tipo de recursos lingüísticos y estilísticos –encabalgamientos, anacolutos, contradicciones, pero también uso arbitrario de la ortografía, de las concordancias, etc-, subvierte el orden acostumbrado del lenguaje y llega a construir un texto libertario no ya sólo por su contenido sino también, y especialmente, en el uso de sus formas. Es uno de los rasgos de su poética. En ese sentido tenemos ante nosotros un texto profundamente irreverente (p.43):

no aparece
que me exista, opción. Siquiera

O también (p. 45):

“(…)No era
cuestión ni la abría. No tu vo materia

O también (p. 54):

oír, yo ver, que de haberte querido,
la casa mojada, como te quise

El lector avezado observará que la poética del autor huye de lo habitual, del panorama anterior, incluso del lejano pero también se resiste a ser leído como si el texto tuviera vida y abarcara todas las posibilidades semánticas lógicas o ilógicas, o como mínimo fuera de la lógica habitual con lo que, además, supone una crítica a lo establecido y constituye así un discurso contra el poder, contra todo poder y contra la autoridad.

El texto, en definitiva, es definido por el propio autor al final del libro -en un capítulo denominado Poética y discusión de La falta de lectura- y viene a reivindicar la razón libertaria. (p.114)

En http://luisveagarcia.blogspot.com.es/2013/06/la-falta-de-lectura-de-jose-ramon-otero.html

Posted at en 8:43 on sábado, 22 de junio de 2013 by Publicado por LETRA | 0 comentarios   | Filed under: ,

Juan Cruz López sobre La Falta de Lectura



Una de las cosa positivas que ha tenido decidirme a coordinar el proyecto Negra flama: poesía antagonista en el estado español, ha sido que en el trayecto estoy conociendo a poetas que de otra manera difícilmente hubiera leído. Ese el caso de José Ramón Otero Roko, autor del libro del que hablaremos hoy, y con el que tuve la suerte de intercambiar un par de ejemplares. Así llegó La falta de lectura a mis manos.

Lo leí una mañana soleada de domingo. Después de tanta lluvia, se agredecía un día entero de sol. Con mi café al lado y sin tareas pendientes, se presagiaba una lectura plácida. Me equivocaba. La falta de lectura reclama un lector paciente y, en cierta forma, no complaciente. El libro coloca al lector en un lugar distinto al que requieren otras lecturas más fácilmente asimilables. En cierto sentido, desde los primeros poemas supe que la única manera, quizá mi única manera, de enfrentar La falta de lectura, era saberme en una posición liminar, como la del que camina sobre una cuerda desde la que se abisma una mirada que puede dar cuenta, si se decide ser perseverante, de las posibilidades que se abren tras haber dejado atrás la exigencia de sentido. Página 37: Funambulistas, lectores / a los que la gravedad de un nudo no aparta / de atravesar la garganta como peces entre la prisa.

No obstante, antes de habitar los libros, me gusta pasearlos. De ahí que al ver las citas que abren cada sección, uno se supiera en territorio amigo. Pocos libros he leído en los que las citas estuvieran mejor elegidas. Pocos en los que las citas no estorben y sumen e inviten a pasar a la sección siguiente. En La falta de lectura el texto de los otros es tan importante como el del autor. No en vano, José Ramón Otero recrea en cierta forma una nueva relectura de algunos clásicos del pensamiento libertario.

Una vez dentro, uno acierta a entender que, a pesar de la aparente sencillez de la apuesta del autor, quebrar el lenguaje para decir distinto, se levanta una obra de pretensiones ambiciosas, donde se nota el trabajo para hacer del poemario un producto cerrado, que hable por sí mismo. Por ello mismo, La falta de lectura es un libro que consigue no recordar a nada ni a nadie. Precisamente por eso se nos antoja que el de José Ramón Otero es un libro tejido a espaldas de la poesía actual, de sus luchas de banderías y sus peleas futiles.

No obstante, leer La falta de lectura nos abre puertas. Es como un pistoletazo de salida en una carrera hacia la nada. De hecho, tengo tantos versos subrayados que no voy a poder prestar el libro. Digo todo esto porque este poemario consigue desvelar sin pretenderlo. Es un libro poético. Sí, bajo mi punto de vista, La falta de lectura es uno de esos pocos libros que consiguen echar luz sobre lo que nos viene dado. Algunos poemas, de hecho, señalan las costuras que suturan nuestro cuerpo intervenido por el poder. De forma natural, el libro nos ayuda a redescubrir para qué escribimos, para qué nos enfrentamos a nosotros mismos a la hora de decir lo que quizá de otra manera fuera dicho tantas veces. Efectivamente, los que gobiernan el mundo / odian la poesía y también Sólo la valentía nos aprende a leer.

Entonces, y si Todo es antiguo excepto la palabra, comprendemos que se hace un llamamiento al hogar común, al desierto compartido de los que buscan y tal vez no encuentren. Eso leemos. Poemas que pasan la gubia por nuestra propia identidad y nos ayudan a desbastarnos. Al cabo, los de La falta de lectura son versos que animan a vivir de forma más libre, porque Por eso no quieres / ser conductor, dirigir ninguna vida al arcén / donde vistes corriendo la nube verde la muerte. Libre, decimos, pero sentada sin embargo junto al fuego de lo común, rememorando el cuento, tan viejo como el hombre, que nunca habitarán los Bárbaros, nadas que nunca aprenderéis de la palabra, consumidores / solos, vuestro, ansía, nombra, aquello que repetís / contaminación para olvidarla.

Por eso mismo, La falta de lectura es un libro que nos reclama a decir no a la mercancía, a que nuestras vidas se vean intermediadas por el poder de los ventrílocuos. Por ello, estamos con el autor cuando nos dice que ningún objeto / nos adquiera con su ruido.

Ahora, casi un mes después de haber leído el libro, repasaré los textos que lo acompañan: el prólogo de Virgilio Tortosa, el epílogo de Constantino Bértolo (del que recomiendo encarcecidamente su ensayo La cena de los notables) y la propia poética con la que cierra el autor su obra. Quizá me aporten algunas claves para entender mejor aún este excelente poemario, que suma y dice y nos ayuda a ser más anchos. Seguro que lo releeré.

En La Banda de los Cuatro

Posted at en 22:25 on domingo, 5 de mayo de 2013 by Publicado por LETRA | 0 comentarios   | Filed under: , , , ,

Mitología estelar, de Nira Rodríguez




a Roko




Anoche soñé con el señor de las luciérnagas
tenía el oficio baldío de alimentarlas
revoloteaban en el ocaso
poniéndose el sol y ellas bailando.
Aquel hombre de manos de tierra
juntaba pencas de gigantes tuneras
y trepando entre sus pinchos
como grandes clavos escalera
subía hasta el cénit alogándose
derramando un aceite
de miel como en dibujos.
Al otro lado del mar, en el puerto,
yo veía en la noche negra
cómo los puntos de luz se organizaban
formando así costernaciones
formando así constelaciones.



- Nira Rodríguez, "Hacerse la muerta", Editorial Vitrubio 2013.